viernes, 18 de mayo de 2012

Agencias de "descalificación". Estafa global.


Mucho venimos hablando desde aquí de la serie de medidas que ha adoptado el nuevo Gobierno para adecuar el déficit español a los objetivos marcados desde Europa, pero poco hemos comentado por qué se considera necesario establecer esa serie de objetivos. Pues bien, la razón principal es la facilidad o dificultad para conseguir crédito, es decir, para que nos presten dinero con el que poder hacer renacer la actividad económica. Más aún, conseguir que los intereses que paga el Estado por esos préstamos sean lo más bajo posible.

Lógicamente, cuanto más solvente se considere que será un país a la hora de pagar sus préstamos más inversores querrán invertir comprándole deuda, y menos intereses tendrá que pagar. El mecanismo es muy sencillo en teoría, pero bastante más complejo a la hora de la verdad. Lo importante no es la solvencia real, sino la solvencia que parezca tener el respectivo Estado (por lo que se deben tener en cuenta muchas más características además de la solvencia real). Y en esta aparente solvencia es donde entran en funcionamiento las llamadas agencias de calificación o de rating.

Quizás sea bastante benévolo llamarlas agencias de calificación, pues su labor va mucho más allá de esto, siendo probablemente la calificación el último de sus fines. Pero vayamos por partes.
Estas empresas nacen a principios del siglo XX en EEUU como consecuencia de la necesidad de conocer la capacidad de solvencia que tenían las compañías ferroviarias por parte de los inversores. En esos inicios, eran los propios inversores que solicitaban la valoración los que pagaban a las agencias. Hoy en día sólo continúan con este modelo de negocio los pequeños organismos de calificación. Las grandes agencias (entre Standar and Poor´s, Moody´s y Fitch controlan el 90% del volumen de negocio, lo que suponen un auténtico oligopolio), por el contrario, cobran de los mismos organismos, empresas, bancos,..., a los que califican.

Es decir, un gran banco que necesita dinero emite deuda, que tiene que ser comprada por inversores. Para que los inversores sepan su grado de solvencia, el banco acude a una de estas agencias de rating para que elabore un informe acerca de la misma, pagándoles por ello. Cuanto más positiva sea la calificación, menos intereses tendrá que pagar el banco y, por tanto, más contento estará con la agencia. Es más, probablemente estará tan contento que le dará alguna suculenta propinilla y, cuando necesita otro informe, acuda a la misma agencia. En cambio, si el informe no es positivo tendrá que pagar bastantes más intereses y, lógicamente, no volverá a solicitar esos servicios. Como podéis ver, un monumento a la coherencia.

Pero sigamos un paso más allá. Estos organismos son privados, es decir, son propiedad y están dirigidos por personas que persiguen unos intereses (normalmente, ganar todo el dinero posible). En el caso de Standar and Poor´s y Moody´s sus principales accionistas son algunos de los grandes fondos de inversión, como son BlackRock, Vanguard y Capital Group. Por tanto, estas grandes agencias de rating dependen directamente y salvaguardan los intereses de estos fondos de inversión.

A su vez, estos fondos de inversión son los principales compradores de la deuda pública que emiten los distintos países. Y la solvencia de estos países, que supone pagar más intereses o menos, viene determinada por los informes elaborados por las agencias de rating. Este triángulo amoroso es el colmo de la incompatibilidad. Como he leído esta mañana, es como un árbitro que apuesta para el mismo partido que tiene que pitar. Muy honrado debe ser para que sus decisiones no se vean condicionadas y, como sabemos, la honradez no es una de las características que mejor definen a esos monstruos de hacer dinero que son los fondos de inversión.

En lo que nos atañe, BlackRock ha comprado casi 5.000 millones de euros en deuda española y Vanguard otros 2.500. Recordemos que esto de comprar deuda es como conceder un préstamo, es decir, los españoles les debemos a estos fondos 7.500 millones de euros más todos los intereses que éstos generen. Como podréis entrever, un 1% más o menos en los intereses suponen cientos de millones de ganancias para los fondos y cientos de millones más a devolver para España, es decir, para todos nosotros. No es de extrañar, entonces, que las calificaciones de los países que han venido haciendo en los últimos tiempos las agencias de rating (esas mismas que, recordemos, están controladas por organismos como BlackRock o Vanguard) hayan empeorado considerablemente.

Todavía podemos enredar más el asunto. Las agencias de rating tienen otra función. Además de calificar, también cobran incontables cantidades de dinero por asesorar a distintos organismos sobre la forma más adecuada de presentar sus cuentas para contentar a los inversores, esas mismas cuentas que después ellos mismos se encargan de calificar. Algo así como un profesor que le dice al alumno las preguntas del examen y el tema en el que buscarlas por una cantidad de dinero. Todo muy ético, ya lo observáis.

Aún podemos profundizar un poco más. Ya no es sólo que esta serie de relaciones establecidas sean totalmente incompatibles e indignantes, es que la función de calificación de estas agencias ha sido totalmente infructuosa, al menos durante los últimos tiempos. Todos hemos oído hablar de las hipotecas subprime en EEUU, que tenían un altísimo riesgo de impago y que, al ser vendidas desde el país americano a todo el mundo, desencadenó la crisis financiera de 2.008. ¿ Sabéis que calificación tenían estos activos de riesgo para las agencias de calificación? AAA, es decir, máxima solvencia. Y seguro que también todos nos acordamos del caso de Lehman Brothers, que supuso la mayor quiebra de la historia. Pocos días antes del anuncio final de su quiebra las agencias más importantes también le otorgaban calificación máxima. Lo mismo pasó con el sistema financiero islandés hasta el mismo día de su quiebra, y así infinidad de ejemplos.

Pues bien, estos mismos que fueron totalmente ineficaces para cumplir su función a la hora de establecer la solvencia de organismos y productos financieros de todo tipo son los mismos que ahora establecen si España, Grecia o la Región de Murcia será capaz de pagar a sus acreedores. No sólo siguen teniendo todo ese poder, sino que además deben ser consultados legalmente por bancos y fondos de inversión cuando estos quieren vender sus productos financieros. Sus mismos propietarios deben estar brindando en cualquier isla paradisíaca en honor a la absoluta pasividad de los distintos gobiernos occidentales.

Bien es cierto que sus dueños no son nada tontos, esto hay que reconocérselo. Todas estas agencias no están registradas como auditoras, que es la función que realizan. De ser así, deberían hacerse responsables de los errores que presenten sus informes, llegando a tener que subsanar posibles pérdidas con su propio patrimonio. En cambio, se registran como agencias de prensa, de manera que lo único que hacen es dar su opinión sobre distintos temas. Es decir, que tienen la misma validez que si yo mañana decidiera hacer un informe acerca de la solvencia de Kuala Lumpur. Los medios y el poder económico no sería el mismo, pero el grado de responsabilidad sí.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿ a quién le interesa que la economía de los países se recupere rápidamente? ¿ Qué sentido tiene que los gobiernos tomen medidas económicas para contentar a los mercados, si estos mismos se están enriqueciendo a medida que la economía de los países se hunde? Efectivamente la economía se recuperará y los países volverán a conseguir crédito de manera razonable, pero solamente cuando estos sinvergüenzas lo crean oportuno. Concretamente cuando las condiciones en las que se produzca la recuperación les siga otorgando más poder y más beneficios.

Esto no sería más que otra historia de corrupción y tráfico de influencias a las que estamos ya más que acostumbrados, de no ser por las consecuencias que supone. Porque si por culpa de la indignidad de estos tipos España tiene que pagar mucho más para conseguir crédito, las consecuencias son recortes en educación o en sanidad, lo cual nos afecta directamente a todos (a algunos de manera gravísima). Y si por la indecencia y desmesurada ambición de los propietarios de estas agencias una pequeña empresa tiene que cerrar por no poder hacer frente a sus pagos, la consecuencia es el despido de un puñado de trabajadores y, probablemente, el desahucio de alguna familia por no poder pagar su hipoteca a tiempo.

Por tanto, somos finalmente los ciudadanos los que pagamos los platos rotos de este sistema que hace mucho que no debería mantenerse en pie. Si sigue ocurriendo es porque no ha habido un Gobierno con la suficiente valentía para pararles los pies. Y si al final la solución está en la política, la palabra la tenemos los ciudadanos. Quizás es momento de dejar de pensar en ideologías o fobias y a la hora de votar hacerlo por quien se comprometa a romper la baraja de una vez por todas. En Grecia ya lo han hecho, y puede ser sólo el principio. Personalmente, me alegraría que lo fuera.

@Elfara_chico

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