viernes, 4 de mayo de 2012

Un sistema electoral manifiestamente mejorable


Dejando de lado por una semana la actualidad económica, social y política (pues empieza a abrumar y a saturar a partes iguales), me gustaría hoy analizar, comparar, comentar y, si es posible, obtener alguna conclusión interesante acerca de nuestro sistema electoral.

Los objetivos que se pretendieron alcanzar con la realización de la ley electoral fueron la proporcionalidad y la representatividad. Proporcionalidad, en lo que se refiere a que los diputados elegidos reflejen lo más fielmente posible lo que los ciudadanos han votado. Y representatividad, entendiendo por esto que elegimos a las personas que nos van a representar por nuestra provincia (por si alguien aún no lo sabe, excepto que lo hagamos en Madrid, no podemos votar ni por Rajoy ni por Zapatero).

Para lograrlo se estableció un sistema de representación proporcionalidad, dividido en circunscripciones electorales que coinciden con las provincias (más Ceuta y Melilla). En cada provincia, como sabemos, entran en juego un número determinado de escaños en relación con la población de la misma. El reparto de los escaños por partido se elabora a través de la ley d´Hont, que no vamos a explicar en este artículo pues, a diferencia de lo que se suele divulgar, no provoca grandes diferencias.

Lo que hace que la proporcionalidad que se pretendía quede en realidad en saca roto es, sobre todo, la existencia de las circunscripciones. De hecho, como podemos ver en el siguiente cuadro, si las últimas elecciones se hubiesen elaborado con circunscripción única el resultado para algunos partidos hubiera sido radicalmente diferente.



Observamos que los partidos que se favorecen principalmente son los mayoritarios , PP y PSOE, sobre todo el primero de ellos. Esta gran diferencia entre ambos es nueva, pues en elecciones anteriores prácticamente se beneficiaban igual del sistema, y esto marca una nueva tendencia que los socialistas deberán tener en cuenta. En el lado opuesto, los más desfavorecidos son IU y UPyD. Tanto es así que, mientras a UPyD cada diputado le “costó” 230.000 votos, el PP sólo necesitó 58.000 y Amaiur poco más de 47.000. Por tanto, estamos hablando de un sistema totalmente desproporcional.

María González, cabeza de lista del Psoe en la Región de
Murcia en las elecciones generales de 2011.
La defensa de la existencia de estas circunscripciones se centra en el segundo objetivo del que hablábamos, la representatividad. Se presupone que los votantes, al elegir entre políticos que se presentan directamente por su provincia, van a tener un mayor conocimiento de éstos. A su vez, se dice que estos políticos conocerán mejor los problemas e inquietudes de los ciudadanos a los que representan. Lo segundo tiene poco sentido, pues la mayoría de políticos dejaron de estar conectados con los problemas reales hace mucho tiempo. Y lo primero es una quimera total, los españoles votamos un partido o un líder político, no una lista electoral que se presenta por nuestra provincia. Estoy seguro que pocos paisanos conocen los diputados que han sido elegidos por Murcia en las últimas elecciones, o cuáles eran los números uno en las listas de PP y PSOE para la Región.  ¿Os suenan los nombres de María González, Pilar Barreiro o Pedro Saura? Seguramente no, así que para qué hablar de partidos minoritarios.

Por tanto, esto refleja la ineficacia del sistema, que no cumple con ninguno de los objetivos que pretendía cubrir cuando se elaboró. ¿ Es nuestro sistema electoral el peor de entre los países occidentales? No a mi parecer, ahora veremos alguno bastante peor. ¿ Es mejorable? Radicalmente, pero no existe voluntad política para hacerlo. Para hacernos una idea de en qué punto nos encontramos, he querido compararlo con los de países como Gran Bretaña, EEUU, Francia y Alemania.

Empecemos por el sistema británico, donde los 650 diputados son elegido por cada uno de los distritos electorales en los que se divide el territorio. Esto se traduce en que cada distrito, de aproximadamente 70.000 personas, elige un único representante por mayoría simple. ¿ Lado positivo? Los políticos de cada zona, al luchar de forma directa por el voto, deberán conocer mucho mejor la situación de la región, dando así sentido al objetivo de representatividad. ¿ Parte negativa? La proporcionalidad se manda directamente a la basura, al igual que los votos que consigan todos aquellos que no son elegidos. Es decir, si en una región el diputado ganador ha obtenido un 25% de los votos, el otro 75% no sirve absolutamente para nada, lo que hace que prevalezca el “voto útil” y los partidos minoritarios se vean totalmente desfavorecidos.

Hollande y Sarkozy, cadidatos a Presidente de la
República Francesa.
Un paso adelante en esta línea lo marca el sistema electoral francés que, igual que los británicos, opta por las circunscripciones uninominales a la hora de formar la Asamblea Nacional. En efecto, los 577 diputados son elegidos en el mismo número de distritos, con la particularidad de efectuarse una segunda vuelta si ninguno obtiene mayoría absoluta. A esta segunda vuelta sólo se presentan los candidatos que obtuvieron más del 12.5% de los votos en la primera, por lo que los votantes de partidos minoritarios eliminados no ven su voto inutilizado totalmente. A pesar de que corrige en parte la desproporcionalidad británica, siguen existiendo partidos muy desfavorecidos, sobre todos aquellos que tienen el voto fragmentado geográficamente.

Otro particularidad del sistema francés es que elige presidente en elecciones independientes a las de la Asamblea, de manera que se puede producir un fenómeno de cohabitación, es decir, que el presidente pertenezca a un partido político y la mayoría de la Asamblea a otro. Esto, que ya ha ocurrido varias veces (como cuando la derecha fue mayoría en el Parlamento siendo presidente el socialista Miterrand o años después, siendo Chiraq presidente con los socialistas al frente de la Asamblea) no ha supuesto ninguna catástrofe política. Unos y otros antepusieron los intereses del país a los propios, lo cual habla muy bien de la calidad del sistema político francés. Imaginad por un momento el mismo caso en España. Mejor ni pensarlo...

El mismo problema de cohabitación se puede presentar en Estados Unidos, donde también son independientes las elecciones a presidente y al Congreso. Los congresistas son renovados cada dos años en elecciones uninominales, eligiéndose de nuevo un único representante para cada distrito electoral. Donde difiere bastante el sistema norteamericano del francés es en la elección del presidente. Nuestros vecinos, hacen una primera votación a nivel nacional, sin circunscripciones, donde se presentan todos los candidatos. En caso de no conseguir ninguno de ellos mayoría absoluta, se pasa a una segunda vuelta donde sólo concurren los dos más votados en la primera.

En cambio, los yanquis eligen presidente de manera “especial”. En cada Estado se reparten unos “escaños” (no diputados, pues no tienen potestad legislativa, sólo valen para elegir presidente) según población, de manera que al candidato con más votos en cada Estado se le conceden todos los “escaños” en juego. Es decir, aunque la diferencia entre ambos candidatos sean de unas decenas de votos, el que obtenga mayor número de sufragios es el vencedor absoluto en ese Estado. El mejor ejemplo lo pudimos observar en las elecciones de 2000, donde por un puñado de votos (irregularidades aparte) George W. Bush ganó a Al Gore en el estado de Florida. Esto supuso que el republicano fuera nombrado presidente de EEUU a pesar de tener menos votos en el total del país que el demócrata. Cosas de los estadounidenses.

Finalizaré este repaso con el sistema electoral que más me convence, el alemán. En las elecciones germanas, los ciudadanos tienen dos votos. Uno de ellos tiene carácter estatal, y es el que marca de manera proporcional el número de diputados que cada partido tendrá en el Congreso. El segundo es de carácter regional, siendo elegido un único candidato por cada una de las 299 regiones en las que se divide electoralmente el país. Pueden ocurrir tres casos:

  • Que un partido obtenga por el segundo voto más diputados de los que le corresponden con el reparto proporcional. En este caso, conserva todos los escaños conseguidos, suponiendo esto un mayor número de diputados en el Parlamento.
  • Que coincidan los diputados obtenidos por ambas votaciones. Lógicamente, ese será el número de escaños que obtenga el partido.
  • Que le correspondan por el recuento proporcional más parlamentarios de los obtenidos por el segundo voto. En este caso se añaden diputados de la lista nacional.

Los detractores de un sistema proporcional como este aluden a la fragmentación que se produciría en el Congreso, lo que haría harto complicado los acuerdos para la toma de decisiones, por la existencia de gran número de partidos minoritarios. Para evitar esto, el sistema alemán establece dos condiciones para entrar al reparto de diputados: haber obtenido al menos un 5% de votos a nivel nacional o ganar en un mínimo de 3 distritos electorales.

En resumen, viendo los pros y contras que presentan los distintos sistemas electorales tampoco podemos echarnos las manos a la cabeza. Lo que está claro es que el nuestro es totalmente mejorable. En mi opinión, alguna fórmula parecida a la alemana cubriría en gran medida los objetivos de proporcionalidad y representatividad buscados. El motivo principal por el que es poco viable una reforma de nuestro sistema es que el actual favorece claramente a los dos principales partidos. Y un mayor número de escaños no sólo supone más poder a la hora de tomar decisiones en el Congreso, sino también más dinero para el partido. Quizás el problema esté en que son los propios políticos los que toman decisiones que les atañen a ellos mismos, como son la ley electoral, las pensiones vitalicias, la ley de incompatibilidades o el sueldo que perciben.

Acabo con una pregunta, ¿ no sería más lógico que decisiones como éstas fueran tomadas por órganos independientes o por referéndum popular?


1 comentario:

  1. Aún estando de acuerdo con la injusticia del sistema electoral sobre los partidos minoritarios en España intentaré dar un punto de vista contrario, por discutir, más que nada.

    Lo que no es de recibo, es que durante el poco tiempo de democracia en España hayan gobernado, al menos por tres legislaturas (hasta donde me alcanza la memoria) catalanes o vascos. El sistema electoral por autonomías, quizá funcione en cualquier otro país, pero motivado por la situación "independentista" de algunas de estas, (insisto en que es en gran medida por interés político) los privilegios que dio Aznar a vascos durante 4 años, y los que dio Zapatero a catalanes durante 8, hayan distanciado a los españoles.

    El sistema electoral que tenemos, dices que perjudica a los partidos minoritarios, y eso no es del todo cierto. Perjudica a los partidos minoritarios que tienen representantes en todo el país. Mientras que los partidos minoritarios de una sola autonomía "en términos prácticos" salen beneficiados de sobra.

    Sinceramente prefiero una mayoría absoluta del PP pese a las borrascas, que un dominio PPero con la necesidad de algún escaño catalán o vasco.
    Por lo que, entiendo que el mejor sistema electoral para "nuestro país" en estos momentos es sin duda el francés.

    El futuro de España pasa por que los españoles nos sintamos españoles antes que PPeros o PSocialistas. Y sepamos aceptarnos, acallando los partidos autonómicos independentistas que tanto daño nos hacen.
    Y cuando España sea una y no 18 partes mirando cada una por lo suyo, después de eso, quizá cambiar el sistema electoral sea buena idea.

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