viernes, 1 de junio de 2012

Una vez más, nos toman por tontos.


Me gustaría decir que la semana pasada no pude escribir el artículo pre fin de semana por motivos personales y/o laborales, pero la realidad es que gandulería llama a gandulería, y si ésta viene acompañada de los pocos días al año en los que nuestra querida tierra mancuniana disfruta de sol, calor y ese ambiente veraniego que tanto echo de menos, el resultado no puede ser otro que el ya citado.

Pero no hay mal que por bien no venga, y durante este tiempo he ido acumulando esa indignación y malestar que no se muy bien como explicar, pero que me anima a escribir semana tras semana. Y creo que no es nada raro que la sociedad se indigne más y más cada día, contemplando los acontecimientos que nos vamos encontrando. Lo realmente sorprendente es que en España no se les caiga la cara de vergüenza a la gran mayoría de nuestros dirigentes (de los que tienen el poder económico mejor ni hablamos), y que aún no haya explotado esto por ningún sitio. Aunque tampoco creo que tarde mucho, tiempo al tiempo.

A la gran lista de noticias que le hacen a uno perder la confianza en el sistema, se ha unido este mes el majestuoso rescate a Bankia. Al calificarlo de majestuoso no me refiero solamente a la cantidad de dinero que nuestro Gobierno va a destinar a tal fin, casi 20.000 millones de euros, sino también al gran número de actuaciones indecentes y, a mi parecer, delictivas que han sido llevadas a cabo por parte de directivos de la misma, políticos e instituciones.

Se podría decir que todo comienza con la fusión “fría” de varias cajas de ahorros entre finales de 2010 y principios de 2011, pero nada más lejos de la realidad. El inicio de este desastre está situado muchos años atrás, cuando los distintos gobiernos regionales comenzaron a utilizar las cajas de ahorro de forma totalmente autoritaria, colocando en sus órganos directivos a personas de “confianza” (cuando no directamente cargos públicos del partido de turno) y usando la financiación que éstas no podían negarles para pagar sus proyectos oficiales, y también los ocultos. Si unimos a éstos el papel jugado por constructoras e inmobiliarias, ya tenemos el pastel completo.

Efectivamente, Bankia no es un caso extraño, aunque si especialmente grave. Como decíamos, esta entidad financiera surge como consecuencia del proceso de reestructuración de las cajas de ahorro que puso en marcha el Banco de España. A finales de 2010, se produce la fusión “fría” de varias cajas (esto quiero decir que cada una sigue manteniendo su marca comercial y organismos, pero comparten la gestión), siendo las dos principales CajaMadrid y Bancaja. Ya en este momento la entidad recibió 4.000 millones de euros. Las razones que se expusieron en su día para dar el visto bueno a la fusión fue la siguiente: puestos a tener varias cajas completamente intoxicadas por préstamos hipotecarios que no van a poder cobrar, vamos a unirlas y así tendremos una gran caja completamente intoxicada por préstamos hipotecarios que no va a poder cobrar. La teoría de que una entidad financiara de gran tamaño va a poder soportar mucho mejor los problemas provocados por miles de hipotecas sin cobrar me parece, al menos, bastante dudosa. En cambio, si lo que se pretende es hacerlas suficientemente grandes para no poder dejarlas quebrar en momentos como el actual, entonces si están cumpliendo su objetivo.

Para encabezar esta experiencia no se encontró mejor gestor que el omnipresente Rodrigo Rato (que ya dirigía CajaMadrid), cuya última experiencia había sido presidir el FMI en los años anteriores al estallido de la crisis financiera. Por supuesto, sin hacer nada para evitarlo. También es reconocido como el cabecilla ideológico en temas económicos de la derecha española. Es decir, uno de los responsables de la burbuja inmobiliaria y, por tanto, de la situación actual de la gran mayoría de entidades financieras.

Con estos precedentes el éxito de Bankia era, al menos, dudoso. Lo cual quedó reflejado en el lanzamiento a Bolsa de la entidad, que estuvo a punto de ser suspendido por falta de inversores, quedando finalmente las acciones a un precio bastante inferior al esperado.
Pero la situación no era aún alarmante, o eso nos hacían creer. Desgraciadamente, los métodos contables que pueden utilizar las empresas españolas, más aún las grandes empresas, hacen que puedan maquillar sus balances y presentar cientos de millones de beneficios cuando la situación es totalmente la contraria. Por ejemplo, cuando un banco embarga una casa, puede contabilizar ésta al precio que se estimó a la hora de conceder el préstamo. Como es lógico, el precio de mercado actual nada tiene que ver con aquel, pero estas pérdidas potenciales no quedan reflejadas en las cuentas de las entidades. Gracias a esto nuestros bancos y cajas se estaban librando de reconocer su situación real provocada por la crisis inmobiliaria.

Pero llegó la reforma financiera, que obligaba a los bancos a dotar provisiones por el montante que pudieran ocasionarles las pérdidas de la situación anterior. Es decir, tenían que “guardar” una cantidad de dinero en relación con los préstamos hipotecarios de difícil cobro. Lógicamente, cuanto más se hubieran endeudado, mayor debería ser la dotación. Y aquí es donde salió a relucir el “verdadero” estado de bancos y cajas. Entrecomillo lo de verdadero porque todavía nos espera alguna que otra sorpresa como la de Bankia, pero al menos se empezó a intuir por donde iban los tiros.

A pesar de la difícil situación, la prepotencia que caracteriza la raza latina hizo que el presidente de la entidad se apresurara a declarar que podían cumplir tranquilamente los nuevos requisitos que planteaba la reforma, pero nada más lejos de la realidad. Finalmente, tuvieron que admitir la imposibilidad de hacerlo, pidiendo ayuda al Estado para evitar la caída.

De aquí en adelante la historia es bien conocida. Dimisión de Rato, nombramiento de Goirigolzarri, nacionalización de la entidad, nuevas cuentas totalmente distintas a las presentadas por la directiva anterior, la prima de riesgo española estabilizada por encima de los 500 puntos, la cotización de Bankia por los suelos, la Bolsa en mínimo históricos,..., y lo que falta, pues dentro de no mucho saldrá a la luz los resultados de las auditorías que están realizando a nuestras entidades financieras.

Y después de todo esto, cuestionado por los periodistas sobre la depuración de responsabilidades, nuestro querido presidente contesta que no es momento para eso. Es más, se da a entender, como ya ha pasado con Caja Castilla la Mancha o la CAM, que toda esta banda de delincuentes van a salir totalmente indemnes. ¿ Cómo que no es momento para limar responsabilidades? ¿ Cuándo lo es si no? ¿ De verdad no tienen nada que ver los directivos de la entidad en este tremendo sinsentido? ¿ Tampoco los anteriores responsables? ¿ Y los dirigentes políticos que manejaban Bancaja y CajaMadrid a su antojo? ¿ Se va a permitir la desfachatez de que un ex-vicepresidente de Bancaja cobre 14 millones de euros de indemnización? ¿ Esperan nuestros políticos que aceptemos tanto tomadura de pelo sin hacer nada al respecto?

Pues bien, todas estas preguntas no se deberían formular aquí, sino en una Comisión de Investigación en el Parlamento. Pero, cosas de la vida, únicamente IU y UPyD han solicitado esta investigación. La excusa de los otros partidos, resumida, es que esto puede provocar que salga a la luz las verdaderas prácticas de la banca española y su situación real, lo que provocaría a su vez la total desconfianza del capital extranjero y un posible colapso de nuestro sistema financiero.

Para empezar, al intentar ocultar lo que está pasando se provoca totalmente lo contrario, que fuera de España vean a nuestros bancos como lo que son, un conjunto de empresas endeudadas hasta las cejas que difícilmente podrán seguir adelante sin la ayuda de fondos europeos. Si lo que queremos es engañar a los inversores el mayor tiempo posible, al menos hagamos el paripé de investigar lo sucedido en Bankia hasta que se publiquen los resultados de las auditorías que antes comentaba.

Pero no se trata de eso. De nuevo nuestros políticos se preocupan únicamente de su ombligo y les importa tres pepinos las repercusiones que tienen sus acciones en el resto de la sociedad.
El PP se niega en rotundo a cualquier tipo de investigación acerca de lo sucedido, y no es raro. Los problemas de Bankia son causados por las actuaciones de las dos principales cajas de la fusión, CajaMadrid y Bancaja, controladas por el gobierno madrileño y valenciano, respectivamente. Ambas Comunidades gobernadas por el PP desde hace muchos años. El presidente de la primera entidad fue hasta 2010 Miguel Blesa, amiguísimo de Aznar, y le sustituyó en el cargo el anteriormente citado Rodrigo Rato. Bancaja era dirigida por José Luis Olivas, que fue nada más y nada menos presidente de la Generalitat Valenciana durante el año de transición entre Zaplana y Camps. Es decir, por poco que se sacara en claro en la investigación, los populares saldrían salpicados por todos lados.

Pero las cosas no cambian mucho en la oposición, pues el PSOE lo único que pide es que una comisión de expertos saque conclusiones sobre lo ocurrido. De la comisión parlamentaria ni hablar. ¿ Por qué? Pues porque los que mandaban cuando se hizo efectiva la fusión de Bankia eran ellos, con Zapatero al mando y Elena Salgado de ministra. Además, el gobernador del Banco de España, que debería haber controlado un poquito todo esto, también fue nombrado por ellos, aunque después se pelearan. Es decir, que les salpicaría casi lo mismo.

Y los nacionalistas vascos y catalanes tampoco están por la labor, puesto que una investigación ahora sobre Bankia podría suponer más tarde el mismo trato hacia La Caixa o alguna entidad vasca. Y ya se sabe que a los amigos hay que cuidarlos bien.


¿ Conclusión? Que después de ahogar hasta límites insospechados la Educación y la Sanidad para ahorrar, se supone, 10.000 millones de euros, ahora se van a dar 20.000 millones a una entidad financiera sin explicar tan siquiera las causas que la han llevado a esta situación. Y digo dar 20.000 millones porque esto, por mucho que se empeñen en hacérnoslo creer, no es un préstamo. Esa cantidad pasa directamente al capital del grupo y, por tanto, la única opción que tenemos los españoles de recuperar ese dinero es que las acciones de Bankia se recuperen y nuestro Gobierno las venda en un tiempo a un precio mayor.

Habrá quien piense, ¿ si los problemas de las entidades vienen provocados mayoritariamente por las hipotecas incobradas, no sería mejor ayudar a las familias a pagar esos préstamos? Puestos a perder el dinero del contribuyente, más justo será hacerlo así. Al menos estará más repartido. ¿Qué puedo decir? Uno cree en la justicia y en la igualdad hasta un punto. Y la política y sus dirigentes como medio para conseguir estos principios suena a broma cada vez más. Sobre todo cuando, como en este caso, nos toman por tontos.

@Elfara_chico

No hay comentarios:

Publicar un comentario